“A Joaquín Bérchez le seduce el ahondar en los valores epidérmicos de los materiales utilizados por la arquitectura, la rugosidad y aspereza de los sillares pétreos, el pulido lustroso de los mármoles, el color desteñido de los revocos, las grietas y los descascarillados de los muros de mampostería y ladrillos. También la incidencia de luz resaltando los perfiles de las molduras y el bulto de las estatuas. Las estrías perfectas de una columnata, el ritmo de los triglifos y las metopas o los remates escultóricos de una balaustrada pueden convertirse en un motivo plástico de contundente expresividad. Todo vale y se transfigura cuando entra en el área de su objetivo. Ahora bien, su fascinación alcanza su cenit cuando su mirada topa con una forma impar e incorrecta, un elemento arquitectónico extravagante y descabalado. Una columna deforme, una voluta de complicada geometría, un mascarón de rara efigie pueden acaparar el centro de la composición plástica de su máquina. Las licencias, las anormalidades y las anomalías plásticas de la arquitectura constituyen el gran repertorio formal de sus obras más logradas. Auténtico inventario de rarezas del arte de edificar, su ojo siempre avizor nunca deja escapar una pieza que merezca ser incorporada a su museo de curiosidades y maravillas, a su particular gabinete ideal de obras o más bien motivos excepcionales. Para un coleccionista son más bien perlas finas y piezas cinegéticas atrapadas por la cámara.”

[Antonio Bonet Correa, “Joaquín Bérchez, estudioso y fotógrafo”, FMR, núm. 19, 2007]

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