Arturo Zaragozá
Recuerdo haber acompañado desde hace muchos años a Joaquín Bérchez, de forma intermitente, a hacer fotografías. Sin ponernos de acuerdo al llegar al edificio él abría las bolsas, extendía el trípode, medía la luz y cambiaba los objetivos. Yo sacaba mi cuaderno de campo, la cinta y una regla extensible y croquizaba y medía el edificio. Generalmente las tareas eran absorbentes y las limitaciones de tiempo no permitían conversaciones. Con frecuencia la excursión acababa despidiéndonos con urgencia frente a una cerveza en la terraza del bar más cercano. Cuando al cabo del tiempo veía las fotografías (las máquinas actuales a pesar de su inmediatez no evitan los trabajos posteriores) muchas veces pensaba que habíamos estado en edificios diferentes.
Saber ver la arquitectura, su historia y sus fábricas es un área de conocimiento que puede y debe transmitirse. En último término es la finalidad de las escuelas de arquitectura y de las facultades de Historia del Arte. Que ello pueda hacerse exclusivamente desde la fotografía creo que es un mérito (solo con precedentes parciales) de Joaquín Bérchez.
Los catálogos de las exposiciones de fotografías del profesor Bérchez han merecido prólogos de los mejores críticos e historiadores del arte en España. Difícilmente se puede decir algo que no hayan dicho -y con mejor expresión- Jaime Siles, Antonio Bonet Correa, Juan Antonio Ramírez, Italo Zannier o Luís Fernández-Galiano. Pero la exposición Arquitectura, placer de la mirada que se inaugura con motivo del VI Congreso Nacional de Historia de la Construcción invita a pensar en facetas muy específicas. La historia de la construcción ha sido deudora desde el siglo XVIII de excelentes y novedosos dibujantes. Frezier, Viollet-Le-Duc y Choisy así lo demuestran. Pero en el siglo XXI disponemos de una nueva, poderosa y mal utilizada herramienta que es la fotografía. Sobre esta herramienta tenemos un maestro entre nosotros que puede ayudarnos no solo a disfrutar de su producción, sino a utilizarla correctamente.
La fotografía en manos de Joaquín Bérchez es también muchas más cosas que la historia de la construcción. Las recientes fotografías del monasterio de Luchente demuestran que pueden ser un manifiesto por una forma de entender la restauración de los monumentos históricos. Pero, sobre todo, la fotografía de Bérchez supone una imprescindible forma de ver la arquitectura. La forma como la vieron los que la crearon. Mostrando la luz con la que estaba pensada desde su origen y señalando las huellas de ese segundo arquitecto que es el tiempo.
[Arturo Zaragoza, “Joaquín Bérchez o la arquitectura fotográfica”, Arquitectura, placer de la mirada, 2009]