“Su fotografía recorre obras prestigiosas de la Historia y consigue una mirada radicalmente nueva. El espectador se sube al carro, se aprovecha de los ojos sabios de Bérchez para descubrir aquello que él solo jamás habría reconocido. Bérchez se instala en el fragmento. Este constituye una narración perfecta y acabada. Al contemplar su fotografía de una parte de la escalera Laurenziana de Miguel Ángel nadie echaría de menos otro ángulo. Así está bien, así está perfecto, los ojos descansan.”

[Paloma Torres Pérez-Solero, “El objeto de la fotografía”, ABC de las Artes, 14-20/2/2009]

“Fotografías mías como la de esa fracción del vestíbulo de la Biblioteca Laurenciana de Florencia de Miguel Ángel que hice en el año 2006 y que titulé «Corcheas» (…) pueden explicar esa búsqueda de argumentos fotográficos que propicien desde las coartadas de cámara una nueva mirada, a ser posible propia, sobre prestigiadas arquitecturas históricas. Por una cuestión azarosa, pude estar en el interior del vestíbulo de la Biblioteca Laurenziana casi una hora, fuera del trajín turístico y sin los incómodos cordoncillos de separación del público (había obras de restauración en la biblioteca y estaba cerrada). No tenía una idea preconcebida y se cruzaban en mi memoria las múltiples fotografías de una obra que había admirado, estudiado y explicado en mis clases. Recordaba especialmente las rigurosas y magníficas fotos, muy académicas de encuadre y palpitantes de luminosidad controlada, realizadas por Basilico para el libro de Giulio Carlo Argan Miguel Ángel arquitecto (Electa, 1990). Tardé bastantes minutos en hacerme con el espacio casi en penumbras de la escalera desde la fotografía, no era fácil arrancar argumentos, emociones visuales a una obra ya de por sí concebida por la desbordante emocionalidad plástica de Miguel Ángel. Estaba en lo alto, con la sensación de pisar una escultura gigantesca, y me incliné sobre uno de los lados del tramo central, ese en el que la línea convexa de los peldaños se quiebra y recurva en una suerte de caracolillos. Fui consciente en esos instantes de que podía estar obteniendo formas, composiciones originales y ajenas a las percibidas por el ojo. Cobraba expresión ese valor metonímico de registros a veces subsidiarios por el que me siento atraído y que me incita a exprimirlos por nuevos derroteros visuales. Tuve la percepción de estar ante ese peculiar rabillo unido a un óvalo de la corchea, ante la imagen de una partitura musical. Ese día no hice más fotos. Por la tarde, tras trabajarla en el portátil se la envié por email a algunos amigos, que me confirmaron su extrañeza y compartieron conmigo esa entrevista impronta gráfica musical que desprendía.”

[Joaquín Bérchez, “Fotografiar la arquitectura histórica”, IV Jornada de Arquitectura y Fotografía, ed. Iñaki Bergera, Zaragoza, 2015]

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