Justo Romero
Elegancia, precisión, calidad, imaginación… El adjetivo es insuficiente para retratar el universo inconfundible de Joaquín Bérchez (1950), personaje plural que aquí, en esta exposición de imágenes del barroco valenciano, escapa de su cátedra de Historia del Arte para convertirse él mismo en artista del detalle, en protagonista de una exposición fascinada y de novedosas, quizá únicas, perspectivas. Bérchez y el ojo sutil y penetrante de su cámara se adentran en lo más recóndito del barroco valenciano para ofrecer una perspectiva casi microscópica, inédita y de sugerencias desbordantes.
Armado con su cámara perfeccionista y una imaginación curtida por la ilustración, el fotógrafo del arte que es Joaquín Bérchez se embute en la belleza oculta del mejor barroco valenciano para, desde esa posición privilegiada, generar y reinventar belleza por sí misma. Su pasión por el detalle, que le lleva a descomponer la obra de arte para revelar su recóndita belleza, instaura un mundo inédito, intensamente hermoso, apasionadamente sugestivo. Sus siluetas, las sombras y tonalidades de sus reinventadas imágenes, las curvas y ángulos de sus imágenes congeladas, plantean un intenso entorno expresivo, una “suite valenciana” en forma de mosaico, en el que cada detalle es protagonista esencial.
Dice Bérchez que esta Suite valenciana es un recorrido, “desde la estrategia de la fotografía y de su poderoso efecto clarificador del fragmento, por la escultura y arquitectura de la ciudad de Valencia de la época de Händel; esto es la barroca, la de los años comprendidos entre las últimas décadas del siglo XVII y la primera mitad del XVIII”. El fotógrafo, el artista, se queda corto en estas palabras, porque esta exposición es, además, una creación artística por sí misma.
Desde la fascinación por el detalle, Joaquín Bérchez hace desfilar –de un modo coral- fragmentos, encuadres, detalles, de estatuas y adornos arquitectónicos repartidos por iglesias, palacios o jardines valencianos, cuya temática religiosa o pagana –no importa- conviven y se muestran con un aire fresco y nuevo. Poderosas anatomías, rostros de emociones contenidas, algunos recosidos de estaño, violentos gestos concentrados, sensuales giros corporales o patéticos perfiles arrobados en santidad, inmersos en la solemnidad de la arquitectura, cobran insólita atmósfera emocional. Y descubren, como señala el protagonista de esta Suite Valenciana que promueve y exhibe el Palau de les Arts Reina Sofía con motivo de las representaciones de la ópera Orlando de Händel, “el ámbito de los afecciones humanas, de las pasiones, tan característico del barroco”.
[Justo Romero, “Joaquín Bérchez, artista del detalle. Afecciones y pasiones barrocas”, Suite Valenciana, Valencia, 2008]