«Hace años, una historiadora del arte recurrió a la expresión ‘che ha veduto assai’ (‘que ha visto tanto’), tomada del libro tercero de arquitectura de Sebastiano Serlio, para caracterizar a Marcantonio Michiel, el más importante connoisseur veneciano de la primera mitad del siglo XVI. Estas palabras acuden a mi cabeza con cada exposición de Bérchez, probablemente porque sus fotografías me parecen testimonios de excelencia técnica y conocimiento de la historia del arte y la arquitectura, pero también y sobre todo, de experiencia vital y curiosidad intelectual. La conjunción de estos elementos distingue la mirada de Bérchez, cuya singularidad se evidencia en sus recientes fotografías de Manhattan, un ambiente urbano y arquitectónico muy diferente a los que había hollado hasta ahora, y que constituyen un magnifico antídoto contra cualquier encasillamiento apriorístico de su autor. Y es que, pese a la tremenda potencia iconográfica de una ciudad que suele diluir la personalidad de los artistas que la cortejan, sus imágenes neoyorkinas sólo pueden ser suyas, por su rigor geométrico (‘El paseante de Park Avenue’), su persistente fascinación por la línea curva (‘El luneto peregrino’), sus guiños a la historia del arte (‘La foto dentro de la foto’), su imaginación visual, capaz de convertir el edificio Hemsley en una gigantesca pieza de orfebrería (‘La custodia de Park Avenue’), o su gusto por encuadres inusuales no exentos de ironía (‘El retablo del sastre’), testimonios todos de una mirada tan sabia como personal que, lejos de ensimismarse, conserva intacta su capacidad para la sorpresa y la experimentación.»

[Miguel Falomir, “Joaquín Bérchez, “che a veduto assai”, Arquitectura, placer de la mirada, 2009]

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