Yolanda Gil Saura
Entre el 10 y el 23 de septiembre se puede visitar en la Sala de la Muralla del Colegio Rector Peset de la Universitat de València la exposición de fotografías Pedreiras. Carne de Dioses, organizada con la participación del Vicerrectorado de Participación y Proyección Territorial, la Facultad de Geografía e Historia y el Departamento de Historia del Arte de la misma universidad.
Bérchez expone en casa, ha sido catedrático de Historia del Arte de la Universidad y nos da la sensación de que con esta exposición en esta sala semisubterránea en la que puede todavía contemplarse una parte de la antigua muralla de la ciudad nos devuelve de alguna manera a los orígenes, nos arrastra a un sancta sanctorum, casi a un oráculo al que debemos volver cuando parecía que nos aproximábamos al final.
Berchez ha sido –y sigue siendo- fundamentalmente un historiador de la arquitectura de época moderna, una vida observando espacios pero también muros, revestimientos, columnas, arcos, materiales modelados, trabajados y cuidadosamente emplazados en su destino y estudiando ese proceso de construcción lógicamente en algún momento debía llegar al principio, al material, en este caso el mármol portugués de Vila Viçosa, en el Alentejo, mirado ahora con ojos libres de condicionantes académicos.
Cuando Saramago nos narró la onírica historia de Baltasar y Bilmunda arrastrando pesadamente un bloque de piedra en su Memorial del convento, se refirió a ese bloque como “la madre de la piedra”, observando algunas de las fotografías de Bérchez tenemos la sensación de encontrarnos en el vientre materno, la madre de la piedra, la madre de la arquitectura, el vientre de la historia.
Las fotografías nos muestran canteras cual piscinas a las cuales tenemos miedo de asomarnos como Narcisos que descubren un retrato de sí mismos no deseado, con miedo de que al dar la vuelta nos encontremos con una máscara africana mirándonos fijamente, recordándonos que al final del camino no queda sino la vuelta a lo primitivo, al material y la naturaleza. Primitivismo que se acentúa cuando descubrimos a nuestros pies, al apartar el polvo que recubre el mármol, unos trazos que pueden evocarnos casi sin distinción las incisiones murales de una pared prehistórica o la caligrafía de una pintura a lo Mondrian.
Canteras que parecen evocar la cavea de un teatro antiguo, escenarios en los que se suceden las diferentes escenas a manera de representación teatral, que pueden convertirse también en un set, en un plató de rodaje donde de repente vemos una cámara, y caemos en la cuenta de estar siendo filmados, observados.
La exposición de Bérchez no es sino una muestra más de las potencialidades evocadoras de su mirada fotográfica, mirada educada en el arte y la arquitectura que nos lleva a sentirnos diminutos habitantes de uno de los grabado de las Carceri de Piranesi, nos evoca un lienzo matérico de Tapies o esa especie de cul-de-sac del blanco sobre blanco de Malevich.
Tal vez una de las evocaciones más claras es la apuntada por Vicente Lleó, un lienzo de Friedrich, la mirada romántica que nos transmite la soledad o la insignificancia del hombre frente a la naturaleza. Monumentos a la inversa, monumentos en origen –in nuce-, el negativo de la arquitectura. Estas imágenes son también un recordatorio de la capacidad del hombre para transformar la materia, el trabajo del hombre que va asumiendo la ingente tarea de modelar este espacio de gigantes con la evocación a los tiempos modernos, las grúas los cables, las escaleras. Espacios a escala de cíclopes donde los hombres cual liliputienses deben multiplicar sus esfuerzos.
Volviendo otra vez a Saramago, en su novela los hombres parecían oír en el bloque de mármol “el gemido de la savia”. El mármol veteado fotografiado por Bérchez parece que respire, está vivo, parece casi sangrar en algún lugar. Una vez más la mirada del fotógrafo ha dotado de vida a su objetivo, sean arquitecturas, objetos, lugares, los ha convertido en únicos y nos los ha mostrado para que participemos de su respiración, guiándonos así a ese lugar secreto que parece visible solamente para iniciados, los privilegiados espectadores de sus fotografías.
[Yolanda Gil Saura, “Volver a los orígenes. Fotografías de Joaquín Bérchez”, presentación de la exposición Pedreiras. Carne de Dioses, en la Sala de la Muralla del Col•legi Major Rector Peset, Valencia, 2012]