“Recientemente se ha vinculado también con las pinturas conservadas en la iglesia de San Miguel de Foces (Ibieca, Huesca), de similar cronología y uno de los conjuntos de pintura mural más significativos de comienzos del siglo XIV en Aragón, realizados por uno o más maestros anónimos. Si recordamos que ambos conjuntos están relacionados con la orden hospitalaria de Jerusalén y que se vinculan con una familia de fuerte arraigo en el medio valenciano, posterior a la conquista, puede aventurarse la posibilidad de que exista una cierta conexión entre ambas. Eiximeno de Foces donaría el castillo y la villa de Foces a los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén a la vez que mandó construir el templo para panteón familiar. Hacia 1300 se comenzaron a pintar los muros del transepto, hasta la altura de las bóvedas y también los nichos abiertos donde se sitúan los sepulcros de los Foces. El programa pictórico está dividido en franjas horizontales, y tratan temas de San Juan Bautista en el lado de la epístola y de la vida de la Virgen, en el lado del Evangelio. La cronología de las pinturas se basa en la presencia de una cartela donde se encuentra la fecha de 1302, en el sepulcro de don Atho de Foces, hijo de Eiximeno de Foces. Las otras dos sepulturas debieron de estar destinadas a otros miembros de la familia. También los nichos acogen abundantes pinturas murales en el sepulcro de don Eiximeno, Cristo sedente acompañado por dos ángeles, y en la parte baja la Crucifixión y un grupo de apóstoles, mientras que en el intradós del arco se encuentran varios santos; escena de calvario que también se repite en el de Atho.
Ambos conjuntos mantienen elementos comunes a otros tantos programas pictóricos de esta época, como la característica división en franjas, cenefas de pliegues fingidos con perspectiva o intensos fondos azulados y rojizos. Pero existen otras afinidades más concretas que delatan una notable proximidad de las pinturas de San Juan del Hospital con las de Ibieca, especialmente con las pinturas de los arcosolios que albergaban los sepulcros de la iglesia de San Miguel de Foces. En estas pinturas, más que en las del resto del muro, que parecen obra de distinto autor, las figuras se perciben con un mayor porte individual, con un grafismo más rotundo, perfilado con gruesas líneas oscuras que las destacan nítidamente del fondo. El tratamiento de otros registros es también muy similar, como el modo de disponer los árboles de la escena del Paraíso de San Juan del Hospital y el que flanquea la figura de Santa Catalina en Ibieca; el trono en el que se asienta la personificación de la iglesia en el monumento valenciano y en el que se sitúa el Cristo en Majestad en Foces, delatan un similar tratamiento; la composición del cuerpo del Cristo crucificado de la pintura del arcosolio de Ximeno de Foces semeja la de la capilla valenciana; o, el idéntico recurso narrativo y figurativo de la ascensión por ángeles de los justos (San Juan del Hospital), y del donante (San Miguel), ambos situados bajo el cobijo de un manto suspendido y anudado”.
[Joaquín Bérchez y Mercedes Gómez-Ferrer, “Traer a la memoria”, Traer a la memoria. La época de Jaume I en Valencia, Valencia, 2008]