Rosa Ulpiano
Decía el crítico, historiador y compañero de estas páginas culturales, Armando Pilato (1968-2007), que «la imagen oscura que sobre una superficie cualquiera proyecta un cuerpo opaco interceptando los rayos directos de la luz da lugar a un metafórico itinerario por la historia del arte y sus consecuencias (…) La sombra y su reproducción en la época de la fotografía y a la sombra del eterno retorno». Efectivamente, la sombra proyecta un eterno retorno que discurre a lo largo de la muestra Miscelánea Geográfica del fotógrafo valenciano Joaquín Bérchez (catedrático en Historia del Arte y Académico en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos) en la sala de la Muralla del Colegio Mayor Rector Peset, y que está dedicada al desaparecido crítico. Fotografías que nos describen un paisaje valenciano construido a la sombra del hombre. A través de ellas, el autor invita al espectador no sólo a recorrer el paisaje, sino a que descubra un horizonte lleno de referencias a la Historia, una mirada implícita de la mano del hombre que nos obliga a contemplar más allá de la fotografía. La Albufera, el acueducto de Chelva, el baldaquino del palmeral, la lonja de pescadores del Cabanyal, el huerto solar, el río Turia, el paisaje de Lliria o la huerta desaparecida homenajean a Mimmo Jodice, Benjamín Palencia, o evocan a Mondrian, Cézanne, Christo y Jean Claude, entre otros. Referencias visuales, imágenes captadas que inciden en mostrar la obra del hombre en todos sus aspectos.
Arquitecturas, paisajes, fragmentos, naturalezas muertas recogen, al margen de la representación concreta, un pedazo de la realidad, narraciones que se contraponen a través de planos, líneas y cromatismos, a un universo cercano a la abstracción. Poética de la luz y la sombra como alter ego del hombre y sus construcciones incidiendo sobre el paisaje. Un esquelético vano rojizo que deja entrever naranjales, o un acueducto romano rodeado de olivos se transforman en paradojas de lo servible e inservible. Arquitecturas que ya no son útiles, frente a la importancia del cultivo que continua de la mano del hombre parecen detenerse en el tiempo mostrando al mismo nivel ambas obras del hombre. Sin embargo, Bérchez va más allá, y a través de una sutil ironía nos advierte y amonesta sobre un paisaje desaparecido, lejano, que va languideciendo y desapareciendo ante otro paisaje que sigue construyéndose. Un eterno retorno que incide no desde la nostalgia, sino desde un paisaje vivido, y un imparable avance de la modernidad en todas sus épocas.
[Rosa Ulpiano, “Joaquín Bérchez. Eterno retorno”, Levante,Posdata, 16/5/2014]