Delfín Rodríguez
Son fotografías, las de Bérchez, que hacen hablar a la plaza, en este caso la de Salamanca. No es que interpreten la plaza y con ella la ciudad, sino que aquélla se sirve de la fotografía para expresarse, para presentarse y representarse. Los encuadres elegidos, las horas, las luces, las sombras y los tiempos no son los propuestos por el fotógrafo, sino los decididos por la plaza que ha buscado en su geometría y en su memoria qué podía contar para ser entendida y así lo ha hecho. Porque en estas metafóricas fotografías la plaza habla de su condición de plaza y dice que no es espacio vacío, desalojado o nunca ocupado, sino metáfora de la casa y de la ciudad. Dice también que es una casa que nunca quiso cubrir aguas, por eso hay fotografías que confirman el valor arquitectónico del aire y del agua en la plaza, fenómenos de un vacío que es, en realidad, un espacio de resistencia cívica, un destino. Por eso también hay fotografías de sus límites y perfiles, que la miran absortos. Bérchez se ha dejado llevar, como no podía ser menos.
[Delfín Rodríguez, “En el ágora. Joaquín Bérchez, Desde la Plaza”, ABC de las Artes, 4/7/2005]