“Pero las fotografías de Bérchez no sólo invitan a verlas, también a tocarlas. Hay en ellas una innegable calidad táctil que apela a aquel carácter ilusorio de la pintura celebrado desde Plinio y que constituye uno de los mayores desafíos para cualquier artista que trabaje en un medio bidimensional. Más que mediante una innegable habilidad para singularizar el mármol, la piedra, el estuco, la madera, el bronce o el alabastro, esta sensación viene dada por el modo como luz y color recrean, matizan e incluso subvierten las texturas de los objetos, invitando al espectador a pasar las yemas de los dedos por la cartilaginosa superficie de pergamino de un legajo, pero también a acariciar las recias columnas de arcaicos templos en Segesta que parecen revestidas de tweed.”

[Miguel Falomir, “Joaquín Bérchez, “che a veduto assai”, Arquitectura, placer de la mirada, 2009]

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