“Los catorce rostros identificados con sus respectivos nombres en el alero de la portada del Palau de la catedral, siguen mirándonos con viveza y peculiar apostura. A pesar de su carácter estandarizado, con sus ojos almendrados, pronunciadas cejas enarcadas, párpados marcados, frentes despejadas, narices por lo general rectas, peinados de cabelleras largas y rizadas, con protagonistas surcos, comprobamos una cierta retórica gestual, muy humana, que rompe con el previsible envaramiento de su ubicación. Vistos en secuencia, abstraídos de los atributos arquitectónicos que engarzan sus cabezas, incluso de las metopas con trazos epigráficos, descubrimos rasgos diferenciadores, certezas fisonómicas. No existe impasibilidad en sus rostros, hay por el contrario atisbos de sonrisa en algunos, diferencias de edad, óvalos faciales redondeados junto a otros angulados, pómulos de distinto grosor. Otros recursos ayudan a otorgar inmediatez y variedad en el conjunto colectivo de los rostros, como la alternancia de caras masculinas rasuradas con otras de atildadas barbas, o, en las cabezas femeninas, ceñidas coronas turnándose con prolijas tocas y barbilleras. Estas características debieron resaltar aun más con la presencia de la policromía, recuperada sólo de modo testimonial en la reciente restauración.

En tanto retrato colectivo que se despliega en el alero de la cornisa de una portada románica, estamos sin duda ante una singular monumentalización del tipo común de canecillos donde las cabezas humanas, individualizadas y sin relación entre sí, discurren junto a otras representaciones, la más común de animales fantásticos, tal como se puede apreciar en otras portadas de la escuela leridana, en concreto en la portada de la Anunciación de la catedral. De lo que no cabe dudar es que nos encontramos -con independencia de las historias del lugar depositadas en ellas, o de los valores gnoseológicos modernos que le proporciona la historia del arte- ante el primer retrato colectivo de unos pobladores nobles llegados a la ciudad de Valencia en el siglo XIII, y que generacionalmente van a mantener, a la manera de daguerrotipos modernos, la llama viva del recuerdo de los primeros años de la colonización”.

[Joaquín Bérchez y Mercedes Gómez-Ferrer, “Traer a la memoria”, Traer a la memoria. La época de Jaume I en Valencia, Valencia, 2008]

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