La poesía del exilio de Publio Ovidio Nasón (Sulmona, 43 a. C.-Tomis, 17 d. C.), compuesta durante los últimos diez años de su vida, ha ejercido una poderosa sombra que alcanza, aun en la actualidad, la ciudad de Constanza (Rumanía), la antigua Tomis, escenario del destierro.
Constanza, en mayor medida, pero también la desembocadura del Danubio, los campos de la Dobruja, las costas del Mar Negro, los restos griegos de Histria o los vestigios romanos —gracias a la elegía ovidiana— adquieren hoy día una honda a la vez que entusiasta presencia emocional. La suavidad del recuerdo, reclamada por Ovidio para su persona y su creación poética, impregna el mapa y el territorio, cristaliza en calles y paredes de la actual Constanza.
Presencias artísticas, usos cotidianos urbanos poseídos de una azarosa antigüedad sin tiempo, y, sobre todo, la anhelada posteridad de su escritura poética, trascienden también en la ciudad natalicia de Ovidio, Sulmona —su patria—, loada desde la vocación nostálgica y el infortunio de la soledad en lejanas tierras de frontera.
[Proyecto de Esteban Bérchez Castaño y Joaquín Bérchez]
Aquí yazgo yo, el poeta Nasón, cantor de tiernos amores, que por mi talento perecí. Mas a ti, que pasas por aquí, quien quiera que seas, si amaste, no te importe decir “que descansen con suavidad los huesos de Nasón”.
(OVIDIO, Tristezas III 3,73-6)
Tu desolado llanto celebró estos lugares y de tu tierna lira la voz no ha enmudecido. Están estos parajes de tu rumor repletos
(A. Pushkin, “A Ovidio”)
Escucha Posteridad, para que sepas quién he sido yo, el cantor de tiernos amores, al que ahora lees. Sulmona es mi patria, fecundísima en gélidas aguas, que dista de Roma noventa millas.
(OVIDIO, Tristezas IV 10,1-6)
Ve, libro, y saluda con mis palabras a aquellos gratos lugares:
al menos los tocaré con el único pie con el que me está permitido
(Ovidio, Tristezas I 1,15-6)
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