“El Colegio o palacio de Minería, ‘primer establecimiento del mundo consagrado a la ciencia de las minas’, encargado por el Real Seminario de Minas de México, fue proyectado por Tolsá en el año 1797 y concluido, tras algunas interrupciones, en 1811. En el Colegio de Minería, con su grandioso volumen exento y fachadas articuladas en tres cuerpos, Tolsá dejaría toda una lección del particular consumo de la arquitectura y del lenguaje clásico que podía alcanzar no tanto el profesional escultor o arquitecto adornista, en una acepción deontológica propia del academicismo hispano, como el artista avezado en las artes del diseño, en particular en la escultura y la arquitectura, por más que ésta se entendiera dentro de la categoría del adorno. Transita por el Colegio de Minería modos compositivos de un rotundo porte miguelangelesco, trasplantado al lejano ámbito virreinal en su estado más puro. La fachada principal, con sus exhibicionistas columnas dóricas y jónicas, aisladas o pareadas, alojadas en silencios lumínicos y entre tramos del muro proyectados al exterior, es todo menos una fría lección académica del lenguaje clásico, y menos aún de alguien que lee y vive el mismo en términos de exclusivo vocabulario ornamental”.

[Joaquín Bérchez, “El adorno no fue delito: Tolsá en México”, Tolsá. Joaquín Bérchez-Fotografías, Generalitat Valenciana, Valencia, 2008]

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