“Una aproximación oblicua al edificio, una figura en movimiento que camina en paralelo al mismo enfatizando así el punto de fuga de la composición, y una luz contraria que dibuja afiladas sombras en la fachada, obran el “milagro” de animar la más grávida estructura. Y un milagro operado con recursos estéticos presentes en la pintura occidental desde el Renacimiento: control de la iluminación y disposición diagonal de los principales elementos compositivos con respecto al plano pictórico/fotográfico. Cuando el terreno es propicio, este dinamismo se acelera en balaustres oblicuos de escaleras barrocas, y se convierte en frenesí cinético al asumir la línea curva protagonismo absoluto en “El caracol impúdico”, “La intimidad de la curva”, “Francisco Guerrero y Torres lo rubricó” y “Ofensiva oblicua”, cuyas espirales hipnóticas recuerdan los títulos que Saul Bass diseñara para Vértigo en 1958”.

[Miguel Falomir, “Joaquín Bérchez, “che a veduto assai”, Arquitectura, placer de la mirada, 2009]

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