“Procedente del antiguo monasterio de San Agustín, la arqueta funeraria de Fray Guillem de Salelles, conservada en el Museo de Bellas Artes de Valencia y fechada el 4 de mayo de 1310, nos sitúa en una nueva dimensión de la escultura funeraria. La efigie del difunto, esculpida en piedra azulada, se cubre por un denso hábito de pliegues vigorosos, con tiesas arrugas facetadas (impresión acentuada por los actuales apliques de papel protector) que alcanzan la cabeza y deja entrever parcialmente el rostro hasta la frente, joven aun, con los ojos cerrados y ligeramente ladeado. Es posible que estemos ante un retrato del difunto, obtenido a partir de una mascarilla post mortem, aunque a juzgar por la dulzura, sosiego, de su delicada expresión facial, recortada –y amplificada- por la mortaja del hábito, sugiere antes una representación, una mímica visual, de la aspiración a la santidad”.

[Joaquín Bérchez y Mercedes Gómez-Ferrer, “Traer a la memoria”, Traer a la memoria. La época de Jaume I en Valencia, Valencia, 2008]

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