“Las huellas de la escultura monumental repartidas por cestas de capiteles, frisos de impostas de portadas y, en menor medida, copas de fuentes, alguna bautismal, permiten acercarnos al primer repertorio de imágenes escultóricas al que debieron acceder los habitantes de ciudades y villas del nuevo reino de Valencia. Por lo general de humildad artística, visibles desde el exterior de los templos, aptas para todos los públicos, no necesariamente iletrado, capaces de suscitar emociones a través de su escogida mímica visual, de sus ilustraciones narradas y ambientadas sin palabras, debieron de ser eficaces instantáneas de fácil rememoración oral y doctrinal. Funcionalmente colocadas en el exterior de los templos, eran a su vez un reclamo, magnético y eficaz para un público ambulante, atrapado y obligado a mirar el espectáculo único de sus escenas. Por ellas discurren las condensadas escenas del Génesis y Éxodo de la portada del Palau de la catedral; las hagiográficas de la iglesia de San Vicente de la Roqueta; las del Nuevo Testamento de la iglesia de monasterio del Puig, con sus pormenorizadas bodas de Canaá, resurrección de Lázaro, o beso de Judas, entre otras; las del Antiguo y Nuevo Testamento de la iglesia de San Mateo en Castellón, sin olvidar la excelente Natividad del capitel/pila bautismal de la iglesia de San Félix de Xàtiva.

Los capiteles historiados de la portada románica de la iglesia parroquial de San Mateo (1257 aprox.), a través de su tosca impronta escultórica, constituyen óptimos ejemplos de una destreza artesanal atenta a la fervorosa pero también exigente mirada de una concurrencia necesitada de reclamos, guiños, acordes con un verismo crudo y espontáneo, generosamente cotidiano, que primero complace y luego adoctrina. Sus atrofiadas anatomías, de cabezas macrocefálicas y enjutos cuerpos adaptados de modo pueril al marco del capitel, abundan en un modelado primitivo, necesitado del dibujo inciso para definir rasgos faciales, costillas o peinados. Pero por encima de ello, hay en estos capiteles efectistas recursos figurativos. En la tentación de Adán y Eva, entre esquemáticos brotes de árboles –el de la fruta prohibida con la serpiente enroscada divide las dos caras del capitel-, asoma el bronco realismo de su desnudez corporal, con una procaz hoja de parra y la cabeza engalanada con esmero. Los rostros se dirigen atentos al espectador y sus semblantes adoptan chocantes rasgos contemporáneos: él con peinados cabellos y acicalada barba, ella con toca anudada a la barbilla. En el siguiente capitel, el grupo del banquete de Herodes, con figuras prolijamente detalladas en sus indumentarias, la representación de la mesa con la bandeja que porta la cabeza del Bautista se vuelca frontalmente -con audacia visual antes que perspectiva- a la mirada del espectador”.

[Joaquín Bérchez y Mercedes Gómez-Ferrer, “Traer a la memoria”, Traer a la memoria. La época de Jaume I en Valencia, Valencia, 2008]

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