“La imagen monumental del interior de la iglesia que ha llegado a nuestros días, tras la recuperación de su fisonomía medieval, sorprende a quien la visita en horas neutras -despojada de luces eléctricas- por la rotundidez de su configuración pétrea, envuelta por silencios lumínicos y dosificados juegos de luces repartidos rítmicamente por su poderosa nave y por la maciza bóveda de sillares de cañón. Irradian sus luces tanto los altos y rasgados ventanales del ábside poligonal como de las capillas laterales, también de cañón en el lado de la epístola y de crucería con plementos de ladrillo en el del evangelio. Este conjunto ha de ser con toda probabilidad resultado de sucesivas rectificaciones y ampliaciones operadas sobre el núcleo de la primitiva iglesia comenzado a construir posiblemente en los primeros años de la conquista, ampliado en fases sucesivas a lo largo del siglo XIII. Los inicios de ésta debieron comprender una cabecera absidal y los dos tramos inmediatos, a juzgar por la disposición de las dos portadas laterales, abiertas en el segundo tramo, con un potente y escueto arco de medio punto con grandes dovelas en sus primeros cuerpos, al que se le superponen, desplazadas de su eje central, ventanas de elaborada ojiva equilátera”.

[Joaquín Bérchez y Mercedes Gómez-Ferrer, “Traer a la memoria”, Traer a la memoria. La época de Jaume I en Valencia, Valencia, 2008]

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