Arquitectura, sueño y vida

Francisco Bueno

Con ocasión de la exposición fotográfica de Joaquín Bérchez Gómez en la UPV, se ha editado un libro con una amplia miscelánea de la trayectoria profesional del artista, con epicentros en España, Italia y, ahora, Estados Unidos.

Para el neófito, incluso para quien haya seguido con cierta fidelidad al valenciano, este libro tiene el mérito de mostrar de lejos sus creaciones, permitiendo una reflexión global sobre su idea artística. Como afirmaba el pintor academicista francés Poussin en el siglo XVII, la pintura -extensivo a la fotografía- conviene ser contemplada siguiendo el aspecto, analizando su estructura compositiva e intencionalidad estética y, prosiguiendo con el prospecto, deteniéndose muy de cerca para ver los elementos descontextualizados del entorno pictórico.

En el aspecto, este libro permite comprobar cómo para Bérchez la arquitectura no es sólo la magister vitae, sino la propia vida. Ampliando su campo de visión a los pergaminos, la vida es un sueño, con la actividad febril de las neuronas y sus dendritas (El documento sueña) o los símbolos oníricos eróticos (A buen recaudo), a medio camino entre Lavirotte y Giogio De Chirico. Pero también es Eros y Thánatos. Dan cuenta de ello las series de Cuerpos salomónicos, que bailan una sensual bachata colombiana, y fotografías como Los dientes del tiempo, donde la arquitectura, ajada por el meteorismo atmosférico, parece rememorar aquél genial epigrama del hispanorromano Marcial sobre la vejez.

En el prospecto, Joaquín Bérchez aísla los elementos arquitectónicos con el fin de proceder a su deconstrucción, más propia de Lyotard que del Pied-Noir Jacques Derrida. En pocas palabras, una lectura posmodema, vitalista, -la muerte forma parte de la vida-, sensual, de la arquitectura, abriendo otras dimensiones, otras miradas. E incluso, la mirada vacua del chadiano ante el edificio aduanero de Ledoux, como dos esferas leibnizianas que simplemente se yuxtaponen, sin más. Mención de calidad para la fotografía de Bérchez. ¡Chapeau!

[Francisco Bueno, “Arquitectura, sueño y vida”, El Mundo, 27/10/2009]