Joaquín Bérchez. Arquitectura, placer de la mirada.

José Gómez Frechina

La muestra Joaquín Bérchez. Arquitectura, placer de la mirada propone un iter visual variado y complejo que responde a la faceta de homo viaticus de su autor, introduciéndonos a través de la fotografía en una búsqueda constante de la belleza, que se presenta en ocasiones caprichosa, fugaz y fragmentada.

Con la inmediatez del objetivo de la cámara -una vez seleccionado el oportuno encuadre y la captación de la imagen- nos adentramos en el proceso intelectivo del fotógrafo, descubriendo un vocabulario extenso y personal que realza y desentraña en no pocos ejemplos la belleza intrínseca de la arquitectura y la ordenación urbanística.

El espectador, como un nuevo Teseo, avanza expectante por el trazado de la muestra captando las variadas y sorprendentes instantáneas sin la necesidad del auxilio reparador de Ariadna. El ovillo de hilo, que permitió guiar y avanzar al héroe mítico en el laberinto, es sustituido aquí por el palpitante goce estético del iniciado que participa paulatinamente de la mezcla alquímica ensayada y preparada por el autor, visualizando y recreando -con la asociación de las distintas teselas reveladas- parte del fragmentario mapa de la memoria propuesto.

Lejos de una visión caleidoscópica azarosa o convencional, cuanto se nos ofrece en esta exposición responde a una focalización intimista e inteligente de Bérchez, pautada o reglada a través de un conocimiento exhaustivo de la codificación interna de la arquitectura.

Una mirada relajada y pausada permite captar en muchas de estas fotografías un gusto refinado y exquisito por el pormenor, reflejando el carácter cuasi táctil y dérmico de la piedra. Se podría hablar en ocasiones de una percepción concisa del latido sutil de lo pétreo y de una percepción escurridiza de la impronta caprichosa del aletear continuo del tiempo que apenas tiene cabida en la retina.

El maridaje -cuidado y certero- entre palabra escrita e imagen facilitan al visitante y al estudioso una aproximación sin velos ni escollos de las imágenes, reflejando la doble faceta de historiador de la arquitectura y de fotógrafo del autor.

En el amplio abanico temático propuesto en esta muestra fotográfica de carácter retrospectivo nos encontramos desde propuestas lúdicas de los órdenes arquitectónicos hasta la deconstrucción de las formas en un proceso de disección razonado, como si de un experimentado taxidermista se tratara. Esta desarticulación selectiva incide en un léxico interno de la arquitectura, no siempre presente en la percepción identificativa de los espacios en el contexto urbano.

Múltiples evocaciones de registros variados vienen a la memoria, aguijoneada certeramente por unas sugerentes imágenes, tal como sucede por ejemplo con la Melissographia –el dilatado paso del tiempo de los Barberini-, el Carril bici al cielo –ensoñación veraniega del febril Umberto Boccioni en la plaza de Vigevano- o El paseante de Park Avenue que nos evoca la obsesión metódica por el tiempo pasado del solitario Funes el memorioso de Borges, desandando el camino andado en un ejercicio mnemotécnico completo.

[José Gómez Frechina, “Joaquín Bérchez. Arquitectura, placer de la mirada», 2010]